Dolor de espalda

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Dolor de espalda, trastorno común que causa dolor a lo largo de la columna vertebral, a menudo en la parte baja de la espalda.

ANATOMÍA DE LA ESPALDA

La columna vertebral es la principal estructura de apoyo del cuerpo humano. Está formada por 33 o 34 piezas óseas (vértebras) que se disponen en hilera, una detrás de otra. Cada vértebra está unida a la inmediatamente inferior y superior mediante articulaciones y ligamentos. Entre cada vértebra hay un disco (que suele llamarse disco intervertebral) que actúa como protección del tejido, proporcionando una conexión elástica y móvil entre los huesos. Cada disco consta de dos partes: un área central conocida como núcleo pulposo y un anillo externo, el anillo fibroso. El núcleo pulposo está formado por un material gelatinoso que puede aplastarse con facilidad y adaptarse para hacer frente a las diversas presiones que se ejercen sobre la espalda. Mantiene su forma gracias al anillo externo y a las vértebras que hay por encima y por debajo de él. A lo largo de la columna vertebral, los nervios emergen de las vértebras a través de aberturas (los forámenes intervertebrales) y se dirigen a las diversas partes del cuerpo.

3 TRASTORNOS DE LA ESPALDA


Los dolores de espalda pueden estar causados por diversos trastornos: lesiones o contracturas de los músculos de la espalda, defectos estructurales o mecánicos de la columna vertebral y trastornos inflamatorios como la artritis reumatoide; también pueden estar causados, aunque con escasa frecuencia, por tumores en la zona o en torno a ella. En algunos pacientes no se ha podido encontrar ninguna causa para el dolor de espalda, a pesar de realizar exámenes minuciosos.

Una de las causas más comunes del dolor de espalda es la hernia o prolapso del disco intervertebral. En ese trastorno, a menudo muy doloroso, el disco se quiebra y los fragmentos del anillo fibroso externo, junto con parte del núcleo pulposo interno, presionan los ligamentos y los nervios que salen de la columna. Es decir, el disco se proyecta hacia el exterior. Aunque cualquier disco intervertebral puede herniarse o romperse, los que se ven afectados con mayor frecuencia son los cinco inferiores, posiblemente porque se encuentran bajo una gran presión mecánica ya que las vértebras inferiores soportan la mayor parte del peso del cuerpo, mientras que las superiores sólo soportan el peso de la cabeza. Si el disco se mueve lo suficiente como para presionar uno o varios de los nervios que emergen de los forámenes, se produce sensación de dolor, entumecimiento y hormigueo, que son sentidos en el área anatómica relacionada con ese nervio. En el caso de la parte baja de la espalda, los nervios que van a los miembros inferiores, particularmente el nervio ciático, pueden verse afectados, produciéndose un dolor que se extiende desde la parte baja de la espalda a las nalgas y las piernas (conocido normalmente como “ciática”).

Aunque el prolapso del disco intervertebral puede producirse a cualquier edad, es más frecuente entre los 20 y los 50 años, con una incidencia máxima entre los 40 y los 45. El dolor puede manifestarse de repente o desarrollarse de manera gradual durante horas o días. En ocasiones es tan severo e intenso que si se produce cuando una persona está encorvada, ésta no es capaz de levantarse o enderezarse. En muchos casos, la espalda misma mostrará una marcada desviación (escoliosis). Esa desviación es un mecanismo compensatorio realizado por el cuerpo para tratar de aliviar parte de la presión sobre el nervio atrapado. Dependiendo de su gravedad, los ataques de dolor de espalda causados por la rotura de un disco intervertebral pueden aliviarse con reposo y tratamiento durante varios días o semanas.

Una de las causas más comunes del dolor de espalda es el desgaste. Con la edad, los discos pierden su flexibilidad y son reemplazados gradualmente por tejido fibroso. Al mismo tiempo, la superficie ósea de las vértebras y de las articulaciones intervertebrales también muestra desgaste y degenera. Los bordes óseos de las vértebras se vuelven más gruesos y una capa de tejido óseo se desarrolla alrededor del disco. Esos cambios, llamados espondilosis, constituyen un intento por parte del cuerpo de mantener la columna en su lugar y prevenir de ese modo daños mayores. Los daños en las pequeñas articulaciones que hay entre las vértebras producen un trastorno conocido como osteoartritis. A los 60 años, casi todas las personas muestran signos de desgaste vertebral, que pueden ser puestos de manifiesto mediante rayos X; esos cambios son una consecuencia inevitable del envejecimiento. Los síntomas que se producen son dolor y rigidez en la espalda, así como pérdida de movilidad, de manera que una persona ya no puede inclinarse o sólo puede hacerlo sintiendo dolor.

Las articulaciones de la columna vertebral funcionan de la misma manera que las restantes articulaciones del cuerpo y por tanto están expuestas a esguinces y lesiones que provocan dolor, normalmente localizado en el área afectada. Si el esguince ha sido grave, los ligamentos afectados pueden curarse formando grandes cantidades de tejido fibroso, lo que provoca pérdida de movilidad y esa rigidez en la espalda que suele apreciarse tras una lesión en la columna vertebral. Muchas personas que doblan la espalda cuando cargan con bultos pesados padecen ese tipo de lesiones.

El dolor en la parte baja de la espalda no suele ser resultado de trastornos en la columna vertebral, sino que por lo general se debe a problemas en las articulaciones que conectan el sacro, la base de la columna vertebral, con el hueso de la cadera o ilion. En esas articulaciones —llamadas articulaciones sacroilíacas— se producen inflamaciones en forma de espondilitis anquilosante, un trastorno que produce rigidez grave y pérdida de movilidad. El resultado final es una “espalda en caña de bambú”, llamada así porque todas las vértebras acaban fusionándose, dando como resultado una espalda completamente rígida. Se piensa que ese trastorno, que afecta de manera especial a hombres jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años, afecta a un 2% de la población. El ejercicio regular y la fisioterapia desempeñan un papel importante para prevenir el avance de los últimos estadios de la enfermedad.

En la actualidad, es poco frecuente que el dolor de espalda esté causado por infecciones. No obstante, cuando esto se produce, el paciente se muestra gravemente enfermo, con fiebre y estremecimientos causados por la propagación de la enfermedad a la espalda desde cualquier otra parte del cuerpo (por ejemplo desde un forúnculo). La intervención quirúrgica suele ser necesaria para drenar ese tipo de infección. La tuberculosis también puede afectar a la espalda.

Las enfermedades en el propio hueso también pueden provocar dolor de espalda. Los trastornos que provocan con mayor frecuencia esa clase de dolor son la osteoporosis, que constituye un problema durante y después de la menopausia, y la osteomalacia. El debilitamiento progresivo de los huesos en cualquiera de esos dos casos puede provocar fracturas, cuando una de las vértebras de la columna se rompe al no poder soportar más el peso del cuerpo. Ese trastorno suele provocar un dolor de espalda intenso y repentino, motivado por la presión que la fractura ha creado sobre los nervios que rodean la columna, y suele requerir una intervención quirúrgica inmediata.

Los tumores de la columna vertebral son una causa rara y poco frecuente de dolor de espalda. Pueden deberse a crecimientos generados de manera espontánea en esa área, o a la propagación de un cáncer desde cualquier otra parte del cuerpo. El tumor puede ser benigno o maligno. El diagnóstico de los especialistas depende de la extracción quirúrgica de una parte del tumor o del tumor completo para su examen (biopsia).

Los métodos empleados para analizar el dolor de espalda dependen en gran medida de los síntomas descritos por el paciente. Casi siempre se recurre a los rayos X, que permiten examinar la estructura ósea de la columna vertebral. También se recurre a técnicas de investigación más sofisticadas, como la tomografía axial computerizada (TAC) o la resonancia magnética para contemplar en detalle los discos intervertebrales y los tejidos blandos de la espalda, así como para determinar si se ha producido un prolapso. En ese caso, es posible ver si el disco se ha roto, y en caso de que así sea, si está o no presionando la raíz de un nervio. Los rayos X sólo permiten visualizar las estructuras óseas y resultan de poca utilidad a la hora de examinar el disco. Algunos especialistas pueden diagnosticar distintos tipos de lesión de disco analizando los diversos movimientos realizados por el paciente.

4 TRATAMIENTO

El tratamiento contra el dolor de espalda depende en gran medida de la causa y el tipo de la lesión. La medicina moderna suele decantarse por tratamientos conservadores, como permanecer en cama durante al menos dos días y tomar calmantes, y reserva la cirugía para los casos más severos o persistentes, o para los pacientes en los que el problema subyacente sea un tumor. Se recurre a la intervención quirúrgica, por ejemplo, cuando se produce presión sobre un nervio vital. La cirugía suele implicar la extirpación de parte del disco que se ha deslizado, la extirpación de parte de una vértebra en un intento de aliviar la presión causada por el disco deslizado (laminectomía), o la fusión de dos o más vértebras.

También pueden recomendarse otros procedimientos, como la fisioterapia, los métodos quiroprácticos, la tracción y la manipulación. La tracción utiliza las correas, poleas y pesos de una plataforma especial para ejercer una fuerza de arrastre y aliviar la presión causada por un disco deslizado, tirando levemente de la vértebra hacia atrás. La manipulación, que es utilizada por fisioterapeutas y osteópatas (véase Osteopatía), implica el uso de las manos para aliviar la presión causada sobre las articulaciones de la espalda por discos deslizados u otras lesiones.

El mejor tratamiento es, por supuesto, la prevención. Gran parte de los dolores de espalda que se desarrollan en la última etapa de la vida pueden prevenirse protegiendo la espalda durante la juventud. Las personas de cualquier edad, ya tengan un historial de dolor de espalda o no, deben aprender a adoptar posturas correctas al sentarse y al trabajar; también deben acostumbrarse a flexionar las rodillas siempre que carguen con bultos pesados y a dormir en una cama firme para evitar las presiones y tensiones impuestas a la espalda cuando se duerme sobre una mala base.



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