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Hernia discal, también llamada prolapso discal o disco herniado, desplazamiento de un disco intervertebral en el que el tejido fibroso externo se rompe, liberándose el núcleo pulposo, que sirve de amortiguador entre los cuerpos vertebrales superior e inferior, provocando una presión sobre las raíces nerviosas o la médula espinal. Puede formarse un llamado secuestro si las partes prolapsadas ya no tienen contacto con el disco intervertebral, sino que constituyen un fragmento de tejido independiente.
La hernia discal es más frecuente entre la cuarta y quinta vértebras lumbares, entre la quinta vértebra lumbar y el sacro, y entre la sexta y séptima vértebras cervicales. Un prolapso hacia la zona anterior de la columna vertebral no suele cursar con síntomas. Un prolapso lateral ejerce presión sobre las raíces nerviosas, lo que provoca dolores intensos, trastornos de la percepción en las zonas inervadas por los nervios afectados, alteración de los reflejos e incluso parálisis o atrofia de la musculatura dependiente, así como limitación de los movimientos de la columna vertebral.
2 SÍNTOMAS
Es una de las causas más comunes del dolor de espalda. Según la localización, los síntomas son variables. Así, cuando afecta a la columna cervical, las molestias suelen presentarse en el hombro, pudiendo llegar al brazo y a la mano. Si la afectación es a nivel lumbar, los dolores pueden irradiar desde la zona inferior de la espalda hacia la cara posterior de los muslos, llegando incluso hasta los pies, produciendo una ciática. Las complicaciones de una hernia discal pueden ser irreversibles, por presión sobre las raíces nerviosas (muerte radicular) o parálisis transversal en caso de prolapso severo hacia la zona posterior. El diagnóstico se establece, entre otros métodos, por tomografía axial computerizada (véase Rayos X) o resonancia magnética nuclear: ambas son técnicas radiológicas mediante las que se obtienen imágenes trasversales y longitudinales de la columna vertebral. Para obtener una imagen de la lesión se utiliza también la mielografía (véase Punción lumbar).
3 TRATAMIENTO
El tratamiento más conservador consiste en realizar reposo y en la aplicación de masajes y calor, acompañados, cuando sea necesario, de medicamentos antiinflamatorios o analgésicos. El prolapso debe solucionarse quirúrgicamente en caso de parálisis, riesgo de muerte radicular, trastornos de la vejiga o el recto o indicios de un comienzo de parálisis transversal, o si se produce el llamado secuestro. Algunos procedimientos alternativos a la cirugía clásica son la quimionucleólisis (disolución química), la aspiración percutánea (a través de la piel), la intervención discal endoscópica o el empleo de láser. Estos procedimientos no siempre tienen el éxito deseado, por lo que a menudo subsisten trastornos residuales después de la intervención.
4 PREVENCIÓN
Para evitar que se produzca un prolapso repetido de los discos, la prevención resulta esencial. La mayoría de los médicos cree que una buena elección de la postura cuando se está sentado o de pie y cuando se duerme pueden reducir la presión sobre la espalda; además, pueden aplicarse técnicas más seguras para cargar con peso, como flexionar las rodillas y mantener la espalda recta, limitar este tipo de actividad y no cargar peso excesivo. Es aconsejable que los afectados realicen actividades físicas rítmicas, como la natación; en cambio, deben evitar ejercicios violentos como el tenis o el fútbol, o que causen desgastes y tensiones en la espalda como el footing.
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